101-A- VOCACIÓN DE ACTRIZ. Por Cristina Sáez Vallés, paciente de Ataxia de Friedreich, de Zaragoza. Revista "Plano general", (diciembre 2000).

Hola. Me llamo Cristina y soy "cinefílica". Sí. Lo confieso. Son ya muchos años. Mi afición por el cine comenzó en mi niñez. Yo ni recuerdo cómo empezó. Creo que lo mío es de nacimiento. No tiene solución. Desde pequeña, muy, muy pequeña, veía en la televisión incluso las películas subtituladas, ya fueran chinas, polacas, alemanas o japonesas. Me lo tragaba todo. Hasta las mudas. Y a las tantas de la madrugada, que lo mío me costaba convencer a mis padres para que me dejaran verlas. Y soñaba que era la protagonista. Soñaba con llegar a ser una gran actriz, como Bette Davis o Susan Hayward. Y fui creciendo -no mucho, la verdad- y seguía soñando...

Y rezaba -no obstante, yo iba a un colegio de monjas- y le pedía a Dios una oportunidad. Quería rodar. Pero Dios no me entendió bien. O fui yo quien no me expliqué bien. Y ahora ruedo, sí, pero en una silla. Soy minusválida. Padezco una enfermedad progresiva e invalidante que desde hace cinco años me obliga a usar esta silla. Y ruedo. Ruedo en una silla. Y desde hace un año ruedo también cortos en la Escuela de Cine de Aragón. Tengo treinta y siete años y desde los dieciséis me he dedicado al teatro, a la radio, a la expresión corporal...

He dado clase en colegios, en institutos, formé mi propia compañía -ganamos algún premio-, he trabajado en asociaciones de minusválidos, de sordos, hemos viajado con la compañía mucho, actuando en Madrid, Almagro, Valencia y en varios pueblos de Aragón. Y, por supuesto, en Zaragoza.

Me dedicaba al teatro a pesar de mi enfermedad. Y aunque a veces ganaba dinero con esto, compaginaba el teatro con otros trabajos. ¡Que con el teatro no se come!. Es muy difícil ganarse la vida con esto. Y si es difícil para una persona normal, imaginaos para mí que voy en una silla de ruedas y padezco una enfermedad progresiva que me afecta no sólo a las piernas, también a otras partes del cuerpo, (no, a ésa no). Por ejemplo, a mi voz. Para un actor, la voz es muy importante. Vocalizar bien y entonar adecuadamente es algo primordial. Imaginaos como me siento yo. No es fácil. Es mucho más fácil quedarse en casita y no pasar malos tragos. Siempre hay gente recordándome mis problemas. Os aseguro que muchos días salgo llorando de la Escuela, y pienso que no volveré más. Pero vuelvo. Sencillamente, porque necesito demostrarme a mí misma, a nadie más, que con esfuerzo consigo mejorar. Y no pretendo llegar a ser una profesional. Eso sólo lo sueño. El pensamiento es libre. Soñar y pensar son dos cosas que puedo hacer, que mi enfermedad me permite.

Me conformo con que en la ECA me hayan dado esta oportunidad. Ya he actuado en dos cortos. Llevo dos cursos de doblaje, voy por el tercero, dos de interpretación, he escrito un guión... Pienso seguir luchando porque me gusta el cine, y aunque no pase de ser una simple aficionada, pienso como Chaplin, que la vida es demasiado corta para llegar a ser profesional. Siempre se aprende algo nuevo. Y como quiero aprender mucho, seguiré siendo una super-aficionada al cine. Y quizá este Dios sí me entendió. Pero me lo puso un poco más difícil para que sirva de ejemplo. Para que nos demos cuenta de que con amor, esfuerzo e ilusión se vencen los obstáculos.

Gracias por darme una, dos, tres... oportunidades.



201-B- UN VERANO DE CINE. Por Cristina Sáez Vallés, FAer de Zaragoza. Revista "Plano general", (diciembre 2000).

Este verano he estado en el Pirineo, en un pueblo de Huesca, en Barbastro, con mi novio Germán y con cuarenta personas más. ¿Y que hacíamos los dos y esas otras cuarenta personas en un albergue no demasiado propicio para pasar veinte días de vacaciones?.

Pues un Curso Internacional de Cine que organizaba la Escuela de Cine de Aragón. Fue del 7 al 27 de Agosto de este año 2000. Podías elegir entre el curso de "Guión y dirección" o el de "Interpretación". Yo elegí este segundo, que es lo que mas me gusta. Y Germán, mi novio, me "acompañaba". ¿Necesito que mi novio me acompañe a un curso de cine?. La respuesta es sí. Porque voy en una silla de ruedas y necesito ayuda para muchas cosas de la vida cotidiana. Además, dicho sea de paso, el albergue en cuestión, que es propiedad de la D.G.A., y por lo tanto debería dar ejemplo, no estaba nada adaptado para personas que, como yo, necesitamos de esa adaptación. Fui yo la que tuve que adaptarme al albergue, y si no llega a ser por Germán, me hubiera tenido que volver a mi casa, como le ocurrió a otro alumno que también utilizaba silla y que vino solo. Aunque a la directora del curso le habían asegurado que iban a adaptar los baños y un mes antes le dijeron que las obras estaban a punto de comenzar, cuando llegamos allí nos encontramos con que todo esto no era verdad. Así que el otro alumno minusválido se volvió a su casa, a Tenerife. Pero yo decidí quedarme a pesar de los obstáculos, que eran muchos (tantos como 20 escalones entre los dos niveles del albergue).

Fue un curso muy intensivo. Ocho horas dianas de clase, incluidos sábados y domingos, mañana y tarde. Sesiones de cine nocturno diariamente, con comentario posterior; ensayos, grabación y montaje de dos cortos, doblaje...

Nos visitó el director de cine Antonio Giménez Rico, que nos dio una charla muy interesante sobre su cine. Por la noche vimos una de sus películas: Jarrapellejos. También recibimos la visita de un joven director de cortos aragonés: Roberto Aznar. Vimos uno de sus cortos y algunos más de la Escuela.

Al margen de las dificultades técnicas que he descrito, haber tenido la oportunidad de hacer este curso ha sido para mí una experiencia inolvidable.