116- VIAJE AL NORTE DE LAS HERMANAS CAMPOS (madre y tía, de afectado de Ataxia de Friedreich).

Isabel, madre de paciente de Ataxia de Friedreich, escribió: Bueno, antes de irme de vacaciones procuraré contar mi versión de la visita que realizamos para conocer a estos amigos, a quienes tanto queremos, Cristina y Miguel. Ha sido una experiencia tan enriquecedora, que pronto olvidamos el penoso calor del viaje y nos sumergimos en el cariño que tanto ellos como sus familias supieron darnos.

Salí el viernes de Ciudad Real, en el tren AVE, que tarda unos 50 minutos en llegar a Madrid. En la estación me esperaba mi hermana, Elisa, y, después de realizar algunas gestiones, tomamos la carretera con destino a Gijón. Tengo que decir que hacía un temperatura insoportable y, a pesar del aire acondicionado del coche, el calor no dejaba de molestar a esas horas. Salimos para Gijón hacia las 12:30 a 1:00 del mediodía, es decir con toda la canícula abrasando los terrenos de la meseta castellana.

Afortunadamente, todo el camino se realiza por autopista. Sólo unos 60 kilómetros se hacen por carretera, pero ésta es buena y, además, sin curvas. Esta facilidad es de agradecer, pues la circulación era numerosa. Paramos varias veces en el camino. Comimos en un bar, que por cierto algo penoso... ni recuerdo dónde era. En cuanto empezamos a atravesar la cordillera, el tiempo cambió, y empezó a hacer fresquito. Estaríamos sobre unos 22 o 24º C. Era una diferencia de temperatura tremenda con las anteriores, donde las piedras se derretían.

Llegamos a Gijón, y nos dirigimos al hotel que teníamos reservado. Se trataba del Hotel Asturias, próximo al mar. Nos dio una alegría tremenda contemplar el mar Cantábrico. Creo que es uno de los mares más hermosos que puedan existir... con sus mareas... sus playas... el frío de sus aguas que te hace temblar...

Una vez aseadas, nos pusimos nuestras rebecas, pues hacía un fresquito que para qué, y salimos a tomar alguna cosa y probar la sidra... que, aunque a mí no me acaba de gustar demasiado, a mi hermana le encanta. Bueno, de tanto probarla al final acabará gustándome.

Después y un poco animadas ya, fuimos a buscar a Cristina que nos esperaba pacientemente en la plaza que hay frente a su casa. Juntas fuimos a tomar una cervecita a una cafetería cercana. Allí hablamos de todo y también de todos, aunque siempre con cariño y echándoos de menos. Luego, hicimos planes para el día siguiente. Cris, es exactamente igual que como se refleja en sus correos, cariñosa, vivaz, alegre y transmite esa sensación de serenidad, que para mí quisiera.

Se sorprendió mucho de mi aspecto y de las bromas que hicimos. No sé de dónde se había sacado que parecía muy seria, vamos una especie de Srta. Rotenmeyer (la de Heidi). Y dijo que tenía que hacerme fotografías, pues ni ella ni los demás me imaginaban como realmente soy. Tampoco imaginaba así a mi hermana, aunque a ella le concedía el beneficio de la duda.

Llevamos a casa a Cristina, y mi hermana y yo volvimos a beber sidra. Al final casi me gustó. Luego y pronto, regresamos al hotel... y hasta mañana.

Por la mañana hacía un frío que para qué. Me puse una anorak que había llevado en previsión al tiempo. Mi hermana se abrigó con un jersey y una cazadora. Nos dirigimos a dar una vuelta por la playa, que estaba en marea baja. Allí vimos a los pescadores, que buscaban gusanos para pescar, y hablamos con los que buscaban los pulpos que se habían quedado varados al bajar la marea. Nos descalzamos y estuvimos mojándonos un poco, pues aunque hacía fresco, tanto a mi hermana como a mí nos encanta mojarnos los píes en el agua helada. Mi hermana vio un pulpo y como no podíamos llevarlo al hotel, hicimos lo posible por esconderlo poniéndonos delante para evitar que lo pescaran. Mientras estuvimos allí lo conseguimos, y como subía la marea, esperamos que el animalito se haya salvado de la cazuela.

Fuimos a buscar a Cristina a su casa y conocimos a su madre, una señora encantadora. Cris nos enseñó algunos de los secretos que tiene atesorados en su ordenador y nos emocionamos juntas. Luego nos dirigimos a un restaurante y comimos de maravilla. Todo estaba buenísimo. Disfrutamos de lo lindo riéndonos por tonterías, que competimos a ver quién decía más. No sé quién ganó, pero lo pasamos de maravilla. Luego hicimos planes para el día siguiente que iríamos a ver a Miguel Ángel y su familia.

Después de comer, tomamos un café con Teresa una amiga de Cris, que ya había realizado el año anterior el viaje que al día siguiente iniciaríamos nosotras. Teresa nos habló de lo encantada que había quedado con Miguel-A. y con su familia, y cómo lo recordaba con cariño y estaba deseando volver.

Posteriormente estuvimos en casa de Cris con su familia, su hermano, su hermana y su madre. Nos dio tiempo a hablar de muchas cosas y de intercambiar opiniones y puntos de vista. Oímos hablar a Luis, que parece que es reservado, pero que habló por los codos... lo que nos alegró. También su hermana, también encantadora, habló más, casi tanto como yo, y ¡mira que yo hablo!, pero creo que la gané. Me parecieron encantadores.

Mi hermana y yo ya fuimos a conocer Gijón, la parte antigua, el puerto y algo de la playa, que aunque estaba la marea alta, ya bajaba y aprovechamos para mojarnos los pies en el agua... eso sí, con nuestros anoraks colocados. También estuvimos picando por los bares y tomando unas sidritas, que ya casi me acostumbro. También tomamos un café en un establecimiento muy acogedor. No era cuestión de venirse de Gijón sin conocer los cafés, pues la novia de mi hijo nos lo había recomendado, y no íbamos a hacerle un desaire.

El domingo, no recuerdo la hora, pasamos a recoger a Cristina y rumbo a Villanueva de Odra. Alegres y con ánimos, hicimos un viaje estupendo. Todo el camino fuimos contando tontadas que nos habían pasado. Algunas de ellas de ellas eran de la apología del disparate. Yo no recuerdo un viaje en el que haya disfrutado tanto.

Llegamos al pueblo de Miguel, ahora ya con un sol de justicia. Gijón y Villanueva está a 290 kilómetros... eso marcó el cuenta kilómetros del coche. La diferencia de temperatura y de paisaje es tremenda. Miguel nos esperaba a la sombra. Nos encantó verlo, pues esperábamos el momento con impaciencia. Toda su familia se acercó a saludarnos, y estuvimos un ratito conversando, aunque siempre quisimos dejar solos a Miguel y Cristina: Entendíamos que tendrían muchas cosas que decirse o no decirse :-). Rápidamente nos fuimos con la hermana de Miguel a visitar el huerto que cuida su padre. Lástima que se hubieran acabado las fresas y que las moras no estuvieran maduras, pero daba gusto ver lo cuidado que está. Luego fuimos a tomar una cerveza en el bar del pueblo e hicimos tiempo hasta la hora de la comida. Lo pasamos bien. A la subida había un cerezo, y cogí una cereza. No se podía coger más, porque no estaban maduras. Mira por dónde salió el dueño y me pilló "in fraganti". Mira que si en vez de ser una cereza hubiera sido una sandía.

Después regresamos a casa y allí estaba Carmen, hermana atáxica de Miguel, con su hija: una chica guapísima. Pasamos al comedor con toda la familia. Yo si me acuerdo de la comida, paella, carne en salsa, especie de frite que estaba buenísimo, lomo asado, langostinos, y tarta de hojaldre. Todo ello buenísimo. Bebimos un poquito de vino, poco, pues enseguida vimos que allí no se usa demasiado, y no abusamos.

Luego ayudamos a recoger un poco la mesa. Comenté que nos fuéramos un rato para dejar a Cris y Miguel solos, y nos dirigimos a la bodega, donde hacía un fresquito estupendo. Allí estuvimos un rato y más tarde nos dirigimos al río. Daba una alegría verlo con el agua clara y fresca. Anduvimos mojándonos un poco. De buena gana nos hubiéramos bañado, sino hubiéramos ido tan peripuestas seguramente nos hubiéramos metido con ropa y todo. Sin ropa, y con la madre de Miguel con nosotras, no creo que hubiera estado bien, pero desde luego, ganas no nos faltaron de chapotear y bañarnos.

A continuación, regresamos a la casa, donde Miguel y Cristina habían disfrutado de unos momentos de intimidad... que no es tan fácil de conseguir. Hablamos un ratito de diversas cuestiones. Entre 5 mujeres, acorralamos a Miguel Ángel, haciéndole propuestas. El pobre, qué iba a hacer ante 5 leonas que trataban de convencerle y que, al final, le convencieron. No le quedaba otro remedio que aceptar y firmar lo que fuera por verse libre de nuestra insistencia. Cuando quiera, ya os contará. Pero Miguel, en modo alguno fuimos a visitarte para convencerte de nada, fuimos porque nos apetecía y porque queríamos conocerte a ti y a tu familia y que Cris y tú os vieseis... sólo por eso. Todo lo demás es secundario.

Poco después cogimos el coche y, ya un poco tristes, regresamos hacia Gijón y dejamos a Cristina en su casa. Su madre nos regaló unos pastelitos típicos de Gijón, riquísimos, se llaman "princesitas" y estoy dispuesta a repetir.

Sólo me queda dar las gracias a Cris, a Miguel, y a sus familias por el cariño que en todo momento nos demostraron.

Al día siguiente a las 7 de la mañana regresamos para Madrid, encantadas de la visita y deseando volver a repetir.



Elisa, tía de afectado de Ataxia de Friedrech, escribió: Escribo pasados unos días de nuestro viaje, porque, como dice Cristina, necesitaba reposar las emociones. Para mí, verdaderamente, el viaje con mi hermana así lo ha sido: emocionante y lleno de buenos momentos. Os lo podéis imaginar din demasiadas explicaciones: horas y horas de emociones, alegrías y, como no, alguna tristeza. El conocer a Cristina, a Miguel, y a sus familias ha sido una experiencia maravillosa: todo sensaciones. Cris me ha parecido una persona muy sensible, alegre, optimista y, sobre todo, acogedora: un cielo. Y Miguel, cuando él está, lo llena todo, tiene fuerza, carácter... Fue muy emocionante conocerle.

- Cristina, quiero darte las gracias, a ti y a tu familia, por la amabilidad con la que nos habéis tratado. Por favor, dales un abrazo a todos de mi parte. Dile a Luis que, si algún día quiere, me escriba alguna cosa, que yo le contestaré encantada. Tal vez al habernos conocido en persona no tenga inconveniente en empezar a escribir con la maquinita. Y, por supuesto, dile que yo estaré encantada. Tengo que decirte que estamos alucinadas de la amabilidad de los asturianos, y sobre todo con Gijón, donde espero volver pronto.

- Miguel, si me impresionabas antes de conocerte, el conocerte ha sido demasié. Nos hemos sentido como en casa, con tus padres, tus hermanas y la sobrina. Tu hermana Lourdes, persona encantadora donde las haya, amable, risueña... dale un fuerte abrazo de mi parte.

Ya os lo habrán contado en casa, pero por si acaso, yo lo cuento otra vez: El paseíto a media tarde fue muy agradable. Si hubiese llovido... mejor. Primero fuimos a ver las bodegas, qué fresquito, por fin pude quitarme los calcetines de invierno, que son como para Gijón, pero no para Villanueva. A continuación fuimos al río... muy mal por tu parte, Miguel, el no decirme que nos podíamos bañar. ¡Cuánto hubiese agradecido un remojón! Aunque lo cierto es que nos mojamos brazos, piernas, cara, pelo, cuello, tripa... todo lo respetable para no alarmar a los habitantes del pueblo. Luego fuimos a ver la Iglesia, el parque de las flores, el local de reuniones... Finalmente fuimos a ver las vacas... todo con tu madre y tu hermana... las cuatro como cuatro machas aguantando un sol... que tela :-). Pero vamos, encantadas.

- Bueno, Cris y Miguel, espero que podamos repetir otra vez este viaje. La próxima vez, ya lo he hablado con mi hermana, será de una semana por lo menos para aprovechar al máximo. Un beso, y espero que a partir de ahora me consideréis entre vuestros amigos. Yo así lo siento.