184- SEGUNDO TROPIEZO. Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich, de la provincia de Burgos.
El rechazo como alumno ejercido sobre mi persona por los frailes benedictinos de Santo Domingo de Silos supuso un auténtico fracaso en mis aspiraciones a continuar recibiendo una formación educativa. ¿Y ahora qué podría hacer yo? Aún tenía trece años recién cumplidos (en el mes de agosto). Por las leyes respecto a la enseñanza escolar obligatoria, aún me quedaba la posibilidad de permanecer un curso en la escuela del pueblo. De nuevo habría de volver a la antigua rutina. Sin embargo, no me entusiasmaba lo más mínimo la idea de quedarme entre mis compañeros paisanos y asumir ante ellos que regresaba en plan de vencido y con un año malgastado inútilmente.
El anterior había sido un curso totalmente perdido, porque por entonces el estado no reconocía íntegramente los estudios realizados en los colegios religiosos. La normativa existente al efecto era que para convalidar a la educación estatal los estudio recibidos en estos colegios, le restarán un curso al peticionario de la convalidación. En mi caso era así: puesto que yo había realizado el primer curso de bachillerato en los frailes, al quitarme un curso, me quedaba en nada. O sea, que en cuestión de cursos reconocidos oficialmente, para mi causa particular, aquello de los frailes no contaba para nada. Por otra parte, regresar a la escuela del pueblo era dar un paso atrás en mis deseos de percibir una educación. Y, puesto que ya había pasado en ella por la última sección escolar, todo apuntaba a que el presente iba a ser otro año perdido académicamente hablando. La enciclopedia Álvarez, que era el único libro de texto utilizado en la escuela rural, se quedaba pequeña para mis conocimientos. Mi futuro educativo era muy incierto. No me quedaba otro remedio que resignarme y asumir que mis esperanzas de recibir una educación que en el futuro me permitiera desarrollar un actividad profesional distinta y mejor que la de mis padres se había vuelto agua de borrajas.
Sin embargo, todo el mundo a mi alrededor confiaba plenamente en mis dotes estudiantiles. El maestro de la población, por desgracia fallecido en plena juventud, ideó un plan complejo y bien calculado, para que mis temores, expuestos en el párrafo anterior, se disiparan. Yo iría a la escuela rural con los demás niños del pueblo, pero estudiaría distinto a ellos, segundo curso de bachillerato. Él no podía abandonar su actividad escolar con los demás alumnos, pero cuando los escolares estuvieran realizando otras tareas, de vez en cuando podía acercarse a mi pupitre para hacerme indicaciones... todo ello completado con clases particulares gratuitas en su propio domicilio los días sin actividad escolar. Además, puesto que mi curso en los frailes no era computable, debía matricularme, por libre, a la vez, en los cursos 1º y 2º de bachillerato en el Instituto de Enseñanza Media de Burgos.
El plan era perfecto, pero en su ejecución hallaría en el camino numerosos flecos, a veces insalvables.
Siguiendo instrucciones del maestro, fuimos a la librería Santiago Rodríguez (la mayor y más prestigiosa de la ciudad de Burgos) a comprar los libros de texto de 2º de bachillerato. Aquí llega el primer escollo.
- ¿De qué editorial quiere los libros de texto? -preguntó el dependiente.
Mi padre y yo quedamos sorprendidos por la pregunta.
- ¡Y qué más nos da o nosotros de qué editorial sean!.
- No, verán: es que los libros son diferentes. Cada profesor elige uno. Ningún colegio elige la colección completa de una editorial, sino que los alumnos nos piden libros de diferentes editoriales para cada asignatura... en función de lo que les hayan exigido o recomendado en el centro educativo.
Explicamos nuestro caso. No sabíamos de dónde pedir. Nos despachó unos libros de la editorial Anaya. ¿Y por qué de Anaya? Eso yo no lo sé. ¡Quizás fueron los que pilló más a mano :-) .
Cuando enseñé los libros al maestro, los miró, y sólo me dijo que uno de ellos lo retirara y lo leyera en casa en ratos libres. Era una, para mí, rara asignatura llamada FEN (Formación del Espíritu Nacional). Aquello, como libro de texto, era tan raro que estaba compuesto por narraciones y relatos inconexos, sin explicaciones previas ni finales... recuerdo uno del frente de Teruel en la batalla del Ebro (que a mi edad no venía a cuento de nada, aunque hoy sospecho que fueran cosas del vigente régimen político), y otro era un capítulo de "Los hermanos Karamazov", de un escritor ruso, (que sigo sin saber qué pintaban en esa asignatura tales hermanos). Por tanto, toda la preparación de la FEN que tuve consistió en leerme un par de veces tal libro sin llegar a ninguna conclusión sobre para qué servía aquello.
Y volví de nuevo a la escuela con mis compañeros de dos años atrás. Las mesas eran para dos alumnos. Yo estaba en la última fila de la columna central (había tres columnas), sin acompañante de pupitre. Mientras los otros alumnos cursaban sus lecciones o realizaban sus tareas, yo hacía lo mío, con total independencia. A veces, mientras los otros alumnos realizaban sus cosas, el maestro, por detrás, o sentado en el pupitre vacío de mi mesa, me hacía indicaciones en voz baja y me ponía lecciones y tareas. Además durante sábados y días de vacaciones navideñas y de semana santa tuve clases particulares en cada del maestro. Estas sesiones de enseñanza carecían de duración concreta. Ésta dependía de la necesidad estimada por el educador para los temas impuestos cada día... lo mismo duraban 20 minutos un día, como hora y media otro.
Tampoco me hizo falta apremiarme demasiado para el preparado del curso. Algunas cosas me resultaban fáciles y hasta me sonaban o las sabía en parte, como la gramática o la geografía. Otras eran cosas nuevas, como las ecuaciones en matemáticas... y toda una parafernalia de cosas que sigo sin entender qué interés tenían en la educación y/o qué aplicación tienen en la vida diaria... me refiero a los conjuntos en matemáticas y sus propiedades, a los teoremas de segmentos, y a las representaciones gráficas de ecuaciones. Tal vez mi preparación de la asignatura de Francés, por ir demasiado deprisa sin fijarme lo suficiente, no fuera óptima. Estudiando un texto escrito en francés en el contexto de lo entendido a primera vista, era capaz de traducir cualquier artículo con bastante corrección en la dirección francés español, pero mi escritura directa en el idioma galo era bastante deficiente no tanto por falta de vocabulario como de incorrección ortográfica. Aún así mi preparación, en teoría, hubiera dado de sí para un aprobado global holgado tirando a notable en el 2º curso de bachillerato en condiciones normales de examen.
Durante todo el tiempo, a través del periódico provincial, estuvimos atentos a que se abriera en el Instituto Masculino de Enseñanza Media de Burgos el plazo de inscripciones para alumnos de por libre. Formalizamos mi matriculación, dentro del plazo señalado, en ambos cursos, 1º y 2º. Según consta, era un 30 de marzo de 1968. Como se ve en la foto (copiada del libro escolar, con sello y todo), el frío burgalés aún azuzaba, pues uso abrigo.
Por otra parte, las condiciones de estudio aquí habidas, eran muy diferentes a las de un internado. Yo estudiaba exclusivamente en la escuela (incluso allí mismo realizaba las tareas, que, en lógica, debían haber sido extraescolares), y desconectaba a mi salida. La libertad era muy distinta de la sujeción supuesta por un régimen interno. Los niños vivíamos en un juego permanente, y tan sólo volvía a casa a la hora de realizar las labores encomendadas... y hasta un poco deprisa para salir otra vez con los compañeros. Tenía que echar pienso a las ovejas para cuando regresaran del campo (en invierno y primavera, el campo estaba todo sembrado y encontraban poco pasto)... esperar su llegada, y soltar los corderos al corral con ellas para mamar... y luego hacerlas entrar en la tenada donde ya las tenía preparado el pienso extendido sobre las canales, que consistía en un saco de paja y un cubo de yeros (unos 12 kg.). Como niños, ni el frío, ni el cansancio, ni siquiera la noche, nos hacían efecto. Recorríamos todos los rincones de la población y sus aledaños... desde las eras para jugar al fútbol a la más recóndita tejavana existente cuando jugábamos a un escondite por equipos, aquí denominado "marro".
Llegó el tiempo de los exámenes, y allá me fui en solitario. El maestro se debía a los demás alumnos y no podía abandonar las clases en la escuela... y mis padres, por su escasa formación y deficiente movilidad en el ambiente ciudadano, no me hubieran servido como acompañantes. Las pruebas eran en lunes, por lo que fui desde el sábado a la ciudad de Burgos a quedarme en casa de un pariente lejano. Aunque tenía 13 años, casi 14, no aparentaba más de 11 (véase la foto arriba), y ni siquiera sospechaba lo que se me avecinaba. Pretender examinarse por libre, jugándose todo a una carta con un solo tema, con profesores desconocidos, con quienes jamás se ha tenido ni la más mínima relación, es tan imposible como buscar peras en un olmo.
Acudí al Instituto. Miré los tablones. Hallé la primera sorpresa en negativo: los exámenes de 1º y de 2º eran en la misma fecha, en los mismos horarios y en distintas aulas. Osea, si iba a un sitio, no podía estar en el otro. Debía existir una solución: Si ellos me habían permitido matricularme a la vez en ambos cursos, no podían ahora pretender que estuviera en dos sitios a la vez. Pregunté al bedel, pero me contestó de mala manera y ni siquiera me señaló la sala de dirección del Instituto para exponerles mi queja:
- Mira -me dijo el conserje-, ése es tu problema. Yo no hago los papeles, solamente coloco en el tablón los anuncios que me mandan. Yo iría a los exámenes de 1º y dejaría los de 2º para el mes de septiembre.
Cortado por aquel contratiempo, así lo hice, dejé 2º para septiembre. Era demasiado niño y apocado para haber buscado al Director del Instituto y haberle presentado batalla dialéctica en un punto donde me asistía toda la razón. De haber sido mayor, pudiera haber armado un follón. Tal vez nada hubiera cambiado, pero acaso hubiera forzado unos exámenes de 2º únicos para mi persona. Pero ya de nada vale pensar en lo que pude hacer y no hice. Los profesores, con quienes no había tenido ninguna relación previa, parecían ogros de caras largas dispuestos a no tolerar nuestras preguntas de "pequeños hijoputas" a quienes tenían obligación de catear. Me encontré con asignaturas cuya existencia desconocía. Una de ellas fue la dichosa FEN. El único tema de examen en esta materia fue "la historia de José".
- ¿Qué José? -pregunté al profesor.
- ¡Pues José, José! ¡Qué José va ser! -me respondió en malos modos.
¿José? Por si sonaba la flauta por casualidad, escribí sobre José, el israelita, el hijo de Jacob, de la historia sagrada... hasta puse, uno por uno, el nombre de los doce hermanos :-) . Tuve un pleno en aquella quiniela :-) . Hasta me puso un 9. Pero aún hoy me pregunto: ¿qué tiene que ver el tal José con la Formación del Espíritu Nacional?.
Otra asignatura desconocida para mí era ciencias naturales. Yo tenía una ligera noción del tema a través de la enciclopedia Álvarez, pero esa materia no estuvo entre las estudiadas en 1º con los frailes. El tema único era: "los ácaros". Pregunté qué ácaros. Y por respuesta obtuve la misma que da el eco: "¡Pues los ácaros!". ¿Los ácaros? Si eso casi me sonaba a los pueblos bárbaros del norte: como los suevos, los vándalos, los alanos, los hunos, o los godos :-) . Aquí no me atreví a soltar un rollo fuera de lugar y dejé el examen en blanco :-) .
¡Y, cómo no, la puta educación física, alias gimnasia! La prueba consistía en saltar el potro. Con mi escasa estatura, mi constitución débil, y mi incipiente ataxia, era imposible saltar por encima de aquel chisme, ¡si al menos me hubieran mandado pasar por debajo! :-) . El profesor, a toque de silbato, nos daba tres oportunidades. Yo partía hacia el potro, pero, al llegar, me refrenaba. Era lo mejor que podía hacer. De lo contrario, me hubiera "escornado" contra el aparato en cuestión. El profesor gritaba indignado. A la tercera se limitaba a poner una calificación en su libreta... y, ¡siguiente de la fila! Tampoco era yo el único en no saltar el potro: había algún gordito y otros chicos que se pegaban el gran batacazo, ante las exigencias de aquel tipo del silbato, debido a ser la primera vez que veían semejante chisme. Es una constancia que me queda de que para tener éxito en la política previamente es necesario pasar por una fase de ... eso... precisamente lo que piensas :-) . Y es que, posteriormente, este individuo durante muchos años ha sido y sigue siendo Presidente de la Diputación de Burgos.
Las calificaciones obtenidas en junio para mí no llevaban ninguna sorpresa. Me suspendieron en ciencias naturales y en educación física de 1º de bachillerato, y me pusieron un "no presentado" en todas las asignaturas de 2º. ¡Pero cómo coño iba a presentarme si no tengo el don de estar en dos sitios al mismo tiempo!.
El maestro me prestó un libro de ciencias naturales para preparar la recuperación en septiembre. Los últimos días de junio me realizaron una operación quirúrgica en una clínica de Burgos, y aproveché para pedir al Dr. un certificado médico para eludir el examen de educación física en septiembre. Enseguida desconecté totalmente de los estudios, porque en la recolección agrícola trabajábamos todos, de sol a sol, incluso los niños.
Tras un breve repaso en los días previos al examen de septiembre, me dirigí a Burgos. Las normas en el Instituto seguían con la misma tónica:. Los exámenes de1º coincidían en fecha y horario con los de 2º. En esta ocasión opté por ir a las pruebas de 2º y olvidarme de las recuperaciones de 1º... al fin y al cabo era una sola asignatura (ciencias naturales), pues en educación física por mi certificado médico no podían obligarme a hacer examen. Mis reflexiones sobre tratar con profesores desconocidos, su comportamiento, así como jugársela a un sólo tema, no cambian un ápice de lo dicho en un párrafo anterior respecto a las evaluaciones de junio.
En FEN de 2º no tuve tanta suerte como en 1º. No recuerdo lo que me preguntaron, pero nada que tuviera relación con la batalla del Ebro, con los hermanos Karamazov, o que viniera en el libro de texto de Anaya... tal vez fuera un relato del de otra editorial. También choqué con la asignatura de dibujo que ni siquiera había preparado. El profesor había distribuido láminas de block y colocado una bandeja con frutas sobre la mesa. La prueba consistía en dibujar aquel bodegón. Algunos alumnos, examinados de por libre (eran como yo de pueblo y no sabían que en aquel momento correspondía un examen de dibujo) ni siquiera tenían lapicero. El profesor, malhumorado, zanjó las avalanchas de petición de lápices con un: "¡A quién se le ocurre no traer lápiz! ¡Yo no vendo lapiceros!". Yo sí tenía lápiz, aunque éste fuera uno de ésos de punta dura de numeración indefinida, difícil de borrar su tazo sin dejar una minúscula huella e incapaz de hacer sombreados y demás gaitas... lo que ya no tenía es goma de borrar, ni sacapuntas, ni, por supuesto, lápices de colores. Mi técnica era inexistente, pero aún así, no era del todo malo dibujando, y pude librarme del suspenso en esa asignatura.
Las calificaciones de 2º llevaban dos suspensos: FEN y geografía, y un "exento" en educación física, y me colocaron dos "no presentado" en ciencias naturales y educación física de 1º. ¿Suspenderme en geografía a mí? Eso si que era un auténtico despropósito. Era mi asignatura favorita, en la que me sentía como pez en el agua... con sobresaliente en los frailes y con sobresaliente como más tarde demostraría en el Seminario. Ni países, ni ciudades, ni cordilleras, ni ríos, ni lagos, ni mares... nada se me resistía. Creo que de nuevo choqué con las diferentes denominaciones de los libros de texto de las distintas editoriales. El tema único del examen de geografía fue "Asia monzónica". La palabra "monzónica" jamás, ni siquiera una sola vez, aparecía en mi libro... tal vez ésa fuera una división de Asia corriente hecha por los autores de los libros de texto de otra editorial. Eso de desconocer la terminología, a mi edad, es normal que, atenazado por los nervios, descoloque en un examen. Tampoco era tonto: asocié la palabra "monzónica" al fenómeno meteorológico de los monzones. Los ubiqué en el sudeste asiático, y le metí todo un tratado de la zona entera. Sin embargo, "el hijo de la gran perra" me suspendió. Tal vez, él se refiriera exclusivamente a la división de Asia que mi libro conocía como Indochina.. y yo, además de Indochina, incluí en es paquete el sur de China y el éste de la India. ¿O me suspendió en venganza por meterle tanto rollo? :-) No lo sé, pero puedo asegurar que por aquel tiempo aún la ataxia no afectaba a mis manos y tenía una caligrafía muy buena y perfectamente legible.
En fin, éste era el segundo descalabro en dos años para mis aspiraciones a recibir una formación educativa. ¿Y ahora qué?. Ya tenía 14 años recién cumplidos. Por tanto, ya no me acogía la ley respecto a la enseñanza obligatoria. Ni siquiera podría volver a la escuela del pueblo. Tenía el futuro más negro que un vestido de luto :-) . ¿Qué pasaría conmigo? ¿Comenzaría a ayudar, por hacer algo, a mi padre en la explotación agraria familiar? ¿O me admitirían como trabajador aprendiz sin sueldo en alguna empresa de la ciudad?. Creo que mi incipiente ataxia me hacía torpe hasta para chico de recados :-) .