201- UN DEFECTO GENÉTICO Y DEGENERATIVO. Por Fermétedes, amigo de paciente de Ataxia de Friedreich. 11 de Julio de 2007.

"A Verónica".

Eran las cinco de la mañana en punto cuando el reloj despertador empezó en su habitual ruido a cumplir con su programación. En la atmósfera se observaba la penumbra aún como en la noche que había pasado: llena de frío y desolada, al igual que los antiguos pueblos, hechos fantasmas. Los activos y firmes pasos de Mauricio, iban y venían en un constante eterno retorno hacía una misma dirección, sumido en recónditas cavilaciones que lo llevaron a una noche en vela, producto de un extraño acontecimiento en el día anterior. Su cama sin destender, seguía tan lisa como en los memorables tiempos de ejército; sin embargo, ésta aguardaba a que su morador le brindara el calor que tanto necesitaba de forma correspondida. No fue así, él continuaba en sus meditaciones al igual que en sus profusas imaginaciones. ¿Cuál era el motivo de que pasara todo una noche sin dormir, caminando sin salir de su cuarto? ¿Qué era lo que pensaba de manera tan obsesiva?.

El pensamiento conflictivo y desestabilizador, generador de sutileza peculiar, con perspectivas eróticas y parámetros sentimentales, evocaba a la compasión; era la deseable consecuencia de dar hallazgo a lo que siempre es factor de congojas, inestabilidades, prejuicios y perturbaciones en el hombre. Se trataba de las escasas oportunidades de fraguar una relación fértil con alguien a través de un concurrido y vulgar Chat, el espacio artificial hecho para apaciguar tantas soledades.

Al contrario de los que algunos creen, estos lugares, aunque sean virtuales, se convierten en el recinto más ideal que muchas personas desearían materializar. Es un sitio donde lo negativo de la realidad pasa a ser un plano secundario, o es en su defecto, olvidado por un momento que se torna fugaz. Es un impacto psicológico de grandes proporciones, que los que creen que no tienen esperanzas, la hallan allí, en lo intangible, en el lugar llamado virtual y que fue el prologo a las angustiosas noches de desvelo en que Mauricio vivió en espera de algo que satisficiera su vida, o por lo menos, encontrara una forma de justificación que valiera la pena.

Anteriormente las relaciones florecían en lugares cotidianos -no antes para la respectiva época-, como una biblioteca, un restaurante, un bar, la universidad; o en casos generales como conciertos o viajes. Cosa que por lo del Chat, que es visto de manera desdeñosa y cruel, algo superficial y de mal gusto para las altas clases, como algo desesperado para las clases medias y decadente para las menos privilegiadas. Empero, hay ocasiones en que este sitio inventado por el desolado ingenio del ser humano, es la panacea a un añorado encuentro fortuito entre dos mundos, entre dos almas gemelas distantes y desdichadas que desean conocerse. Es el deseo, el primer paso a la felicidad que no se encuentra, es la sed de inmortalidad.

Los acontecimientos que fraguaron la historia a contar, sucedieron asimismo como siguen, teniendo lugar a través de las máquinas que acompañan la soledad, el aburrimiento y la desazón. Mauricio, hombre como cualquier otro dentro de la analogía cotidiana de la apariencia física, se dispuso a tratar de invitar, o por lo menos comentar la oportunidad a alguien diferente en el Chat, a que aceptara realizar un viaje tal vez sin retorno, junto con él. Y así, pasaban las fugaces horas de navegación tan rápidas que ni siquiera hambre y sueño sentía... y no daba con nadie interesante. Sólo establecía conversaciones fútiles y llenas de mentiras... sin encontrar lo que buscaba. En un momento casi inesperado, y ya un poco somnoliento, Mauricio, que tenía como alias "Ecuánime", visualizó en las lista de usuarios un alias que por su grotesco gusto le pareció llamativo y casi gótico. Era el seudónimo era "Bruja", y no escatimó osadía alguna para enviarle una cuidadosa invitación privada a seguir la deseada conversación... que ella no siguió. Al ver que "la bruja" no daba ni siquiera una formal respuesta, al menos por educación, Mauricio, por fin, decidió desistir de tanto tiempo perdido. Se dispuso a despedir agregando la dirección de correo o lo que se conoce en el argot virtual como el Messenger, y ya cuando iba a finalizar la sesión, de un momento a otro apareció una mujer dándole un saludo por el Messenger. El nombre correspondía a alguien llamada Verónica, y al ver esto, él prosiguió a alargar la conversación que se convertiría en orígenes de noches sin dormir. Aquella tal Verónica resultó ser alguien menos esperado para los propósitos de una persona como Mauricio, que quería una compañera de viaje y no una chica de admirable voluntad, belleza poco vista, y de entendibles actitudes y pensamientos diferentes de los de las mujeres que se suele encontrar en sitios virtuales.

Y apareció de manera formal y escrita, lo que continuación se redactará habiéndolo hecho Verónica:

- ¿Cómo estás y de dónde eres?.

- Ya me iba a ir -respondió Muricio tras esperar unos segundos-. Pero ahora que lo pienso mejor, me quedaré para saber quién eres.

Y después de presentarse cada uno su nombre, y de decir sus respectivas edades, que correspondían a ella la de 25 años, y a él la de 24. Cosa diferente pensó cuando vio una fotografía de la muchacha, que ni más dedujo antes de aclarar las edades de que ella era algo menor que él. En sí, tal belleza de Verónica resultó efervescente para el gusto de Mauricio, pues una imagen vaga recordó y vio nuevamente personificada en ella. De manera pues que describir tal magnitud y emoción sentida por el muchacho, los cabales de persona alguna no pueden explicar; resultando irracional argumentar con detalles la hermosura destellante de una dama que aprisionó y de paso embrujó sin ninguna prudente cautela. Es que la razón no domina ninguna emoción, sino que se deja llevar convirtiéndose en una razón su emoción.

De todas formas, se continuó con la conversación y Mauricio dijo:

- Supongo que eres de España. Bien. Soy de Bogotá.

- No te equivocas, soy de Barcelona -respondió ella.

Así que Mauricio tomó algo de confianza, y al confirmar de se trataba de una europea, y de que éstas son más fáciles de convencer para que tengan en sus aburridas vidas algo de aventuras... porque son tan grises los europeos, que se inventan espectáculos como el fútbol, y de paso, los latinos, como siempre, le seguimos la corriente. Por esto y mucho más, le preguntó:

- ¿Te gustaría viajar? O sea, ¿venir a conocer Suramérica?.

- ¿Y por qué no vienes tú, más bien? -escribió Verónica.

- Porque un viaje hasta allá, me costaría una fortuna que no poseo -contestó Mauricio.

- La verdad, a mí me gustaría. Y si pudiera ir, iría sin dudarlo... pero no puedo.

- ¿Por qué? -inquirió-. ¿Acaso es por dinero?

- No, no es eso. Lo que pasa es que estoy en silla de ruedas.

El silencio llegó sin tener invitación alguna. Las letras dejaron de escribirse, y las buenas intenciones cesaron de brillar sumiéndose en la sombría desilusión. A lo cuál, Mauricio no tuvo otra ocurrencia que preguntar lo primero que se le vino a la mente:

- ¿Es verdad?.

- ¡Con eso no se juega! -respondió Verónica.

- ¿Y qué te ha pasado? ¿Ha sido un accidente? -preguntó teniendo mucho cuidado con lo que escribía, pues una cosa inexplicable asaltó sus pensamientos. Tuvo sumo cuidado de no herir a la chica, que, sin duda, había pasado a ser alguien interesante para él.

- Padezco el síndrome de Friederich... lo que se conoce como Ataxia -explicó ella.

- ¿Y eso qué es? -preguntó sorprendido, porque nunca antes había pasado por aquellas bochornosas circunstancias, que lo dejaban sin nada qué escribir.

- Es una enfermedad genética degenerativa. Mis padres son portadores, pero no la padecen. Es muy complejo comentar sobre mi enfermedad. Las expectativas de vida son casi iguales que las de los demás -y para cambiar de tema, ella preguntó:

- ¿Y a dónde piensas viajar?.

- No sé, sólo quiero ir bien lejos, porque tengo pensado acabar con mis días…

- No lo hagas -interrumpió Verónica-, eres joven y estás sano. Yo lo que más deseo es curarme y estar sana para hacer cosas que ahora no puedo hacer. Además, es patético que alguien diga eso. ¿Por qué te quieres matar?.

Mauricio no dio respuesta, pues parecía que cualquier argumento expuesto, sería refutado, mancillado y hasta hecho objeto de burla y quizás de decepción por parte de Verónica. Llegó a pensar que tal vez ella estuviera pensando que era un bisoño inmaduro y hasta loco, como en veces pasadas había acontecido. De manera, pues, que no tuvo otra elección que cambiar de tema. Y así empezaron a intercambiar vocablos escritos de manera que se fueron sumiendo -o por lo menos él-, en un deseo fervoroso de llegar un día a estar con semejante belleza de proporciones universales, tanto externa como interna, y, ambulante de virtualidad, hasta pasar a los niveles pragmáticos de las acaricias acompañados de clamorosos deseos de pasión hasta la vejez, que a partir de aquellos instantes no dejaba día alguno de pensar en ella y jurar ante el amor nacido de un defecto genético y degenerativo, las serias intensiones de conquistar un corazón que al parecer -ante los ojos del cortesano-, estaba congelado en el tiempo hecho recuerdos. Sin embargo él sentía -aunque parezca metafísico-, que de una manera u otra ella le correspondía, o, se ilusionaba con que así fuera, como también empezaba a maquinar en cómo llegar hasta donde ella estaba.

Todo esto pasó, en el lapso de tres horas de conversación virtual. Después de aquel día, un fantasma pasó a ser ella, como la anarquía en los estrechos y sublimes pasillos de la política mundial, tan maquiavélica que engaña a los que creen en ella. Y como maquiavélico, Mauricio empezó a imaginar cómo conquistar el noble corazón de Verónica, y empezó a indagar sobre su padecimiento genético. Y creía tener oportunidad tan deseada por sus cabales, de cuidar a su señora y de ser ambos uno solo... se transformaría en un hombre tan dichoso que su felicidad contagiaría a su compañera, aún estando ella algo convaleciente.

En fin, los días posteriores al hallazgo de la señorita, fueron de similar vivencia uno tras otro. Una de aquellas largas noches de silencio y meditación solitaria, dio origen a uno de sus más preciados poemas -aunque en realidad fueran pocos-... y, que Mauricio, como cautivado y hechizado, dedicó a su pletórico amor:

Filosofía de la noche:

Una débil sombra franquea la difunta tarde,
con amplio talante lóbrego de oscura sinfonía
engendra terrible pavor a doble moral que vaga en el día,
porque a su reemplazo arribó la magna noche.

Los retazos de los sabios ya se alistan a despertar
para encaminar en solitario una nueva realidad,
que en falúa enviará por el océano Aqueronte de sangre.
Desprovistos de quienes en momentos pasados amaron,
engendran fístulas en señal de tormentosa cicatrización al recuerdo
de aquellas volátiles imágenes que no volverán.

Llena de sabiduría es la suntuosa noche
que golpea las tranqueras de las sombras vírgenes
en esos olvidados aposentos donde acaece el pavoroso cansancio,
qe los arremete a la ganas de morir muy pronto.

¡Oh, Verónica!, éstas son mis eternas noches
sumidas y encadenadas a vagos pensamientos sobre ti.

¡Ah! ¡Cómo duele saber la ignorancia
y no ser así por causa que la penumbra me acoge,
para sobrellevar tan desventura vida formalista, no elegida,
en las callejuelas sistemáticas del ocio sometido,
q quienes muchos obligados se ven permanecer
en la orbe de pocos para muchos.

Es así la intima consejera de las blancas estrellas,
la que hace que poca cordura contemple cristalizada cabeza
del quien a veces esperanza no tiene...
a lo poco que ha de tener.

No es que en ella habite la soledad con oscura pena,
ya que fue digna compañera de bohemios antiguos,
que apaciguaron llanto en la copa amarga de un fuerte licor
en memoria del más temido fracaso.

¡Verónica!, te imagino y no desisto.

Amiga del bandido que despoja el corazón de una señorita,
pronto a convertirse diablesa de la efusión,
que perdió en las acaricias ardientes de una fría noche
en donde su tela sin miedo dilapidó.
Fuera una noche que llegó a su fin
en medio de lubricantes gritos de pasión.

Y terminadas estas letras, arribó el sol, y con éste, el sueño llegó a su máximo aguante ofrecido por las ganas de no dormir; pues en imágenes ilusorias, ella vendría a aliviar a un hombre con miedo a despertar en soledad. La vida pasó a ser más trágica de lo que era antes. Mauricio tomó a diario el temor a quedar dormido, pues en contradicciones a todas las contrariedades, en sueños o no, Verónica llegaba y de momento inesperado se marchaba dejando los firmes pasos pensativos de una desvelada noche en un cuarto con cama sin destender y bombillo sin descansar. La obsesión no dio, ni sigue dando aún, sino sólo algo de esperanza en los actuales días, en los que la voluntad ahora depende de ella. Entonces, ¿cuál es el verdadero imposible? ¿El imposible que pone la vida al hombre? O... ¿el imposible y absurdo que pone el hombre a la vida? En todo caso, Mauricio sigue meditabundo, por una chica en silla de ruedas, pasando muchas noches en vela.

(Fermétedes).